de como un juego de niños puede definir su futuro
Corría el año 1981, la selección argentina de fútbol ya nos había dado nuestro primer título como Campeón Mundial y se preparaba para defender el titulo en el Mundial España 1982. El protagonista de esta historia cursaba primer año de secundaria en un colegio religioso.
Algunos estudiantes venían de la primaria del mismo colegio y otro gran número eran nuevos alumnos. Establecieron amistad nuevos con antiguos alumnos. Se estában conociendo todavía. Por lo tanto surgió invitación a la casa de unos de ellos.
Éran 3 nuevos amigos. Alguno opinó de jugar a algo. Otro completó diciendo “juguemos al dígalo con mímica” y un tercero dió la consigna: decir sin palabras a que nos íbamos a dedicar “cuando seamos grandes”.
El primero se levantó resuelto. Miro hacia una pared fijamente, levanto su dedo señalándola y haciendo movimientos dio a entender que estaba debatiendo verbalmente y eufóricamente con otra persona. Al mismo tiempo miraba un punto intermedio como explicándole a una tercera persona la discusión que tenía con sea lo que sea que representaba esa pared. Fácil, al unísono los otros dos concursantes del juego dijimos: Abogado. De hecho ese niño de 14 años es hoy un brillante abogado penalista.
Tocó el turno del segundo concursante. Sin levantarse apoyo sus dedos sobre sus muslos y realizó movimientos frenéticos con los dedos de las dos manos y su mirada subía y bajaba acompañando el movimiento de los dedos. Luego de cierta duda dedujimos que estaba tipeando y mirando una pantalla. Eran los inicios del uso de las computadoras y aun así salió esa futura profesión: programador informático. Ese niño de 14 años de hecho comenzó la carrera de licenciatura en informática y luego de 4 años erráticos decidió cambiar de rumbo e iniciar un emprendimiento laboral propio. Hoy es un exitoso gerente de una empresa importadora de productos de uso médico.
Finalmente llegó el turno del tercero. Se levanto, tomó una herramienta invisible en su mano y comenzó a clavar, serruchar, atornillar vehementemente algo. Surgieron oficios: mecánico, carpintero, plomero, electricista. Cada palabra emanada por los amigos se encontraba con la misma respuesta: no.
Pasaron los minutos y ya no sabían que otro oficio o profesión inventar. Los dos se dan por vencidos y por lo tanto le piden al tercero que revele su futura profesión. Sintiéndose ganador en el juego respondió: Cirujano Plástico.
No dijo médico, no dijo cirujano. Dijo cirujano plástico.
Ese niño de 14 años entró a la facultad de medicina, se recibió, concurso y ganó cupo en residencia de cirugía general, la completo y posteriormente se presentó a la carrera de post grado de especialista en cirugía plástica con el único fin de poder cumplir su sueño de adolescente.
Ese niño de 14 años que logró cumplir su meta en la vida… soy yo.
Han pasado muchos años, muchas décadas, pero todavía me junto con los otros dos protagonistas de esta historia y nos seguimos riendo acordándonos de esa tarde donde les manifesté lo que quería hacer para el resto de mi vida.
Dr. Fabián Pérez Rivera
MN 86793